Por Ricardo Bustos
Quizá como un sueño premonitorio de los tiempos que vendrían en la economía del país, hace un poco mas de dos años, este humilde lector que escribe, reflexionaba sobre los cambios y costumbres que debíamos adoptar ante la crisis que ya comenzaba a golpear duro en nuestros alicaídos bolsillos. Eran momentos en los que las tarifas levantaban vuelo hacia un destino sin fin, los combustibles dejaban de ser accesibles para todos, los precios en las góndolas de los supermercados cambiaban de un rato para otro como por arte de magia y nos encontrábamos ante la disyuntiva de volver a las raíces o caer en las garras de la vorágine inflacionaria provocada, muchas veces, por los grandes comercios que siempre remarcan a cuenta y por las dudas.
El dólar siempre estuvo volando sobre nosotros como un fantasma del que no podíamos desprendernos y al final nos terminó atrapando una vez más, pero ahora, con el agravante que de manera instantánea, al salirse de madre, impactó groseramente sobre todo aquello que tuviera aroma a proyecto familiar o personal. Hace dos años, ilusionados porque algo estaba cambiando, confiamos en las medidas que se tomaban pero con el correr de los meses fuimos detectando síntomas extraños que nos hacían prohibitivo lo más sencillo e inalcanzable, los sueños.
Un 14 de junio de 2016, ya estábamos volviendo a empezar y esto sucedía:
Si bien es cierto que la noticia se genera en la provincia de Misiones, no escapa a nadie que lo mismo está ocurriendo en gran parte de los pueblos del país en donde el consumo de alimentos por parte de los lugareños ha vuelto a producirse con compras en los viejos o nuevos queridos almacenes de barrio.
Ismael Ortigoza, es el presidente de la Asociación de Almaceneros Minoristas de Misiones y es quien ha declarado su beneplácito y el de los miembros que integran la entidad ya que a la clase media y muy humilde ahora se ha sumado una considerable cantidad de familias de clase alta o acomodada que compra con más frecuencia en los almacenes y, según comenta, son los mismos que siempre iban a los súper o hipermercados para adquirir los productos de la canasta familiar.
Por un lado se está produciendo un fenómeno que resulta atípico para la mentalidad de los argentinos y es que la gente ahora está sabiendo aprovechar las ventajas de los almacenes de barrio, como por ejemplo hacer compras por medio kilo o mercadería con otro tipo de ofertas.
Algo para destacar es que en la actualidad ha vuelto el “fiado” porque es una ayuda mutua, ya que el almacenero lo toma como un ahorro para contar con dinero disponible cada quince días para reponer lo que venden y para el cliente, porque sabe que su familia no va a pasar necesidades alimenticias ya que, como dice el refrán, “siempre habrá un palenque dónde rascarse” y eso es el almacén del barrio.
Según los cálculos de la mayoría de los almaceneros, una familia gasta entre 2,500 y 3,000 pesos por quincena solamente en alimentos.
La crisis ha generado una cantidad muy grande de pequeños comercios tipo almacén y ha resultado favorable para generar un circuito económico permanente más aún en los casos de quienes se quedaron sin trabajo y ahora forman parte de las famosas minipymes formadas por el grupo familiar que, por otro lado, pagan impuestos municipales, provinciales o nacionales y en algunos locales ocupan empleados para atender al público.
Podemos sumar a los beneficios que brinda comprar todos los días en el almacén del barrio (que es una institución), porque allí se encuentran los vecinos que van siempre o los clientes ocasionales, se habla del tiempo, de fútbol, de los temas del día, del país, y Terminamos siendo todos periodistas por un rato.
«La inflación es como el pecado; cada gobierno la denuncia, pero cada gobierno la practica», George Christoph Lichtenberg – (1742-1799) Profesor de física y científico alemán.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556