Por Juan Tomás Valenzuela
La tormenta Abusador,
más fuerte que la Dorián,
se convierte en huracán
y eso si que da pavor.
Al pobre Procurador
lo tiene casi al ahogarse
y al que pensaba quedarse,
pero el plan no se le dió,
también lo desguabinó
aún pretenda no enterarse.
Los vientos huracanados
de este problema atmosférico
tienen al ungido histérico,
a más de desesperado.
La relación del Estado
con César, el traficante,
quien se paseaba campante
en todos los estamentos,
se torna en este momento
en un problema frustrante.
Aunque dicen que fue el COE
quien avistó la tormenta,
fue la misma presidencia
que evitó que ésta se incoe.
El gobierno se corroe
en las más altas instancias.
La soberbia, la arrogancia,
la codicia, el arribismo,
han hecho del Danilismo
un antro de repugnancia.
La tormenta que ha formado
esta visita sorpresa,
ha mojado a Berlinesa,
a su hermana y su cuñado.
Hasta Franklin ha sonado
con estos vientos alisios,
porque aquí, el que no está en vicio
está metido en la venta,
¿pues como pagan las rentas
estos príncipes fenicios?
Se dice que aquellos vientos
son los que traen estos lodos,
y como ya Cuasimodo
no vá en su tercer intento,
se espera en cualquier momento
que caiga el abusador,
como cayó Marisol,
la mujer del más buscado,
aunque aquí, el más esperado,
es el otro malhechor.
Juan de los Palotes
28 agosto 2019