Por Juan Tomás Valenzuela
Cuando el amigo Efraín
habló de César Medina,
salieron tó las bocinas
tronando como arlequín.
Decían que eso era un pasquín,
que estaba escrito con saña.
Supe que hasta el «Hombre Araña»,
(El del cuento de Leonel)
salió presto a defender
a esta sarta de pirañas.
Mi fiel y dilecto amigo,
Efraín Enrique Santana
fue sensible esa mañana,
cuando interpretó al mendigo
que rogaba a sus amigos
que pidieran por su alma,
pues la llegada del Karma
cuando menos lo esperaba,
le jugaba una trastada
que le hacía perder la calma.
Efraín, muy acucioso,
siempre con su pluma en ristre,
advirtió que no era un chiste,
que el destino es caprichoso.
Cuando te crees más dichoso,
disfrutando en el poder,
lo que otros deben tener
pero les fue arrebatado,
ahí debes tener cuidado,
pues todo puedes perder.
El señor César Medina
que no es ejemplo a seguir,
tan solo supo esgrimir
su condición de bocina,
su programa, una centina
que sirvió de estercolero,
donde párias, personeros,
y gentes de la peor calaña,
se valían de cualquier maña
pa’estafar a un pueblo entero.
Hoy César está postrado
con un cáncer asesino.
¡Válgame Dios! ¡Que destino
para un ser tan afamado!
Que su vida sea legado
para estas generaciones
de fascistas lambiscones
y periodistas corruptos,
porque un día el destino abrupto,
podría darle unas lecciones.