Por Juan Tomás Valenzuela
Muy airado y bravucón,
el diputado Camacho,
mandó a trancar a un muchacho
porque le dijo ladrón.
Cuando el joven vió a este hampón,
bebiendo whisky del caro,
con el típico descaro
que define a estas escorias,
le voceó en forma irrisoria:
¡Sigue ahí.. maldito avaro!
Camacho, cuando oyó al tipo,
se espantó como un conejo,
demostrando más reflejos
que el shortstop del equipo.
Con más tufo que Aristipo
y mucho más bajo a boca,
este cabeza de foca
mandó a trancar al muchacho,
porque él es el mero macho
de la jaula de las locas.
En el juego celebrado
entre Licey y Escogido,
a este socio del ungido
lo tildaron de taimado,
de protervo, de avezado,
de agallú, menesteroso,
de mala clase, mañoso,
de amigo del presupuesto
y él, sintiéndose molesto
lo mandó pa’l calabozo.
En vez de lavar su honra
en el campo del honor,
este penco abusador,
boquita de … e’monja,
hizo como Bob Esponja
cuando enfrentó a Don Cangrejo,
pidiéndole a otro pendejo
de los de seguridad,
someter a castidad
a este infeliz locoviejo.
En la vida, no hay dinero
que pueda valer la pena
cuando el mundo te condena
llamándote bandolero.
Quien es íntegro y austero,
cuando se trata de honor,
no atesora más valor
que sus principios morales
y los mantiene leales
al alma de su mentor.
Juan de los Palotes
28 octubre 2019