Por Anulfo Mateo Pérez
Si el propósito del presidente Danilo Medina y sus asesores era impresionar positivamente al pueblo dominicano con su discurso del pasado 27 de febrero, han errado en el intento porque su contenido está lleno de contradicciones, imprecisiones y falsas promesas que se desvanecen como pompas de jabón.
Su mensaje no llenó las expectativas del pueblo llano, ni de los que exigen estadísticas claras y creíbles, porque es una repetición de las falacias a las que nos tienen acostumbrados los presidentes continuistas.
Sabemos que la reelección presidencial expone al sistema político al riesgo de una “dictadura democrática” y refuerza la tendencia hacia el liderazgo personalista y hegemónico inherente al presidencialismo.
Por esa razón y porque Danilo Medina, encabeza una administración que ha profundizado los males que padece la sociedad dominicana, el intento de continuar en el poder se hace cada vez más cuesta arriba.
No creo que el deseo de seguir los pasos de Trujillo y Balaguer, en eso de sucederse a sí mismo, esté motivado a concretizar un programa de gobierno, sino por los peligros que les acecharían si sale del poder.
Aunque algunos escépticos entienden que en el país jamás habrá justicia, la reacción de la sociedad contra la corrupción y la impunidad es bastante fuerte, expresada sobre todo a través de Marcha Verde.
De modo que ese discurso abigarrado e incomprensible del presidente Medina, poco importa para su expositor, en un país donde Congreso y Justicia están controlados por él a la hora de modificar la Constitución.
La reelección presidencial es posible, pero va a depender de la correlación de fuerzas políticas y sociales, en un país donde crece el despertar de los oprimidos, capaces de tirar abajo la podredumbre.