Por Juan Tomás Valenzuela
Recién hace ochenta años,
en medio de un alboroto,
ejerció su primer voto
ese ser dulce y extraño.
De ahí, son muchos peldaños
que ha escalado la mujer,
hasta llegar a ejercer
sublimes magistraturas,
que en forma solemne y pura
merece todo su ser.
En tiempos inmemoriales
la mujer era sujeto
del más indigno irrespeto
de estos machos marsupiales.
Las lisonjas eran tales,
en contra de la mujer,
que hasta se llegó a ejercer
contra ellas, ignominias,
que fueron el buque insignia
que las llevó a embravecer.
La mujer es diferente
a lo que era hace cien años,
de ser objeto de engaños,
ahora es autosuficiente.
Las ha habido presidentes,
reinas madres y científicas,
profesionales magníficas
al servicio de la ciencia,
estándares de exigencias
y autoridades geofísicas.
Pero como todo ser,
también tiene un lado oscuro.
De ser tan sublime y puro,
dignas de reconocer,
se están pasado a ejercer
un feminismo frustrante,
que en vez de ponerla alante
por sus triunfos y sus logros,
las van convirtiendo en ogros
y especímenes menstruantes.
Juan de los Palotes
17 mayo 2022