Por Juan Tomás Valenzuela
Eduardo Sanz Lovatón
se encontró con una mina
que venía en una bocina,
en el fondo de un furgón.
Según la investigación,
los cuartos decomisados,
eran de unos avispados
que comerciaban “perico”,
del que el concuñáo del bico
vendía en su protectorado.
Esa bocina incautada
(que no era peledeita),
ahora engrosará la lista
de drogas decomisadas.
El que crea que esto no es nada,
que lea otra vez las noticias.
Sea en el programa de Alicia,
o en el de la rubia de oro,
porque será mierda e loro,
pa’estos monstruos de avaricia.
En el pasado reciente,
cuando se hacía un decomiso,
había que darle el aviso
a Temo o al presidente.
No se formaba expediente,
ni se iniciaba un proceso.
Se repartía peso a peso,
el total del decomiso,
entre el mudo circunciso
y su recua de sabuesos.
Pero con la nueva ley,
como dice Lovatón,
el que quiera corrupción,
que vaya a Torre Caney.
Ya se acabó el guararey
de Danilo y de Laonel.
Y el que se quiera joder,
que coja lo que no es suyo,
para que mire el andullo
que le va a armá Abinader.
Juan de los Palotes
31 agosto 2021