Por Juan Tomás Valenzuela
Dedicar este torneo
de béisbol a Leo Matos,
constituye un desacato
y presedente muy feo.
Este año, yo ni al parqueo
del estadio me aparezco,
porque premiar a este fresco
con semejante mención
es una confrontación
de propósitos burlescos.
El señor Matos Berrido,
hace 37 años,
cometió el terrible daño
de, al no ser correspondido,
quitarle con un chasquido,
la vida a quien fué su esposa.
Destinándola a una fosa,
mientras él, muy furibundo,
Ha llevado en este mundo
una vida licenciosa.
La malograda Edith Gómez,
en manos de este asesino,
no se encontró otro destino
que un mausoleo en la Gómez.
La tarja de piedra pomez
que cubre su sepultura,
nos recuerda la cultura
del macho alfa en potencia,
que nunca adquiere consciencia
de que en matar no hay ternura.
Ese crimen del pasado
resurge en este momento
en que to’ el mundo está atentó
a un hecho relacionado.
Un microbio deslenguado
despreciado en la campiña,
como un ave de rapiña
creyéndose un semidiós,
cometió el crimen atroz
de violar su propia niña.
Gracias a Dios esta en Najayo
el violador de menores,
lo malo es qué hay malhechores
socios de este papagayo,
que quieren ponerse el sayo
que vistió esa sanguijuela.
Gente de su misma escuela,
escorias del mismo charco,
como el “laureado” Leonardo
y el patán Melton Pineda.
Juan de los Palotes
27 septiembre 2018