Por Homero Luciano
El Observatorio de los Derechos Humanos de los Estados Unidos (Human Rights Watch) publicó el 5 de diciembre del año 2013 un informe, redactado por su asesora Jamie Fellner, titulado: “Cómo los fiscales federales de EE. UU. obligan a los acusados de delitos de drogas a declararse culpables; Una oferta que no podrán rechazar”.
Es evidente que este informe, desnuda el comportamiento de coacción de estos funcionarios judiciales, quienes empujan a renunciar al acusado, a su derecho a un juicio imparcial y justo, so pena de amenazarlos en su negativa, a imputarles delitos que impliquen severas sentencias.
Es por todos sabido que, en la sociedad norteamericana, existen grupos, clases o colectivos discriminados socialmente. Ese tipo de discriminación que se tipifica de epistémica; esa que se comete contra un segmento que independientemente de su ascenso, producto de capacidades y esfuerzo, son mal vistos por el grupo de poder imperante.
Este accionar hace diana en nuestros hermanos hispanos, estigmatizados, por una sociedad de doble moral, que aun en el siglo 21 continúa estereotipándonos, levantando con cinismo una bandera de inclusión e igualdad que contrasta con la cruda realidad que viven las minorías… hoy más que nunca manifiestas.
La novela Matar un ruiseñor, escrita 1960 por Harper Lee, por la que se le otorgó el premio Pulitzer, nos relata la historia de Tom Robinson, un hombre negro, víctima (según la ficción de esta novela), de un jurado compuesto por hombres blancos, que desecharon su testimonio, a pesar de que, además de su palabra, todas las evidencias estaban a su favor. Al rememorar esta clásica novela, nos conduce a la siguiente reflexión:
Salomón Melgen, médico oftalmólogo de origen dominicano, hombre de buena fama personal, y de exitosa práctica, está envuelto en un expediente, conjuntamente en un principio, con el Senador Demócrata de New Jersey, Robert Menéndez y que muchos sindican como un proceso de corte político, cuyo propósito consistía en sacar del ruedo al Senador del estado Jardín, decidió pelear su caso en la justicia, al declararse no culpable de los cargos que le imputaron; y he ahí los resultados: Pende sobre su cabeza como espada de Damocles, una sentencia en primer grado de 17 años de cárcel, que de ser ratificada, a su edad, sería como una pena capital.
Harper Lee, en su famosa novela, Matar a un ruiseñor, nos explica el porqué de esta metáfora: “Los ruiseñores no se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar el corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar a un ruiseñor”.
¿Qué ha hecho el doctor Melgen durante su dilatada práctica médica?
Los abogados apoderados del doctor Melgen, anunciaron que recurrirán, dicha sentencia, e invocaron que, durante el proceso, ninguno de los testigos presentó declaraciones que comprometieran al galeno. No sé a ciencia cierta de la responsabilidad del doctor Melgen. Pero si estoy de acuerdo con lo señalado por Jamie Fellner, en cuando señala en su reporte que:
“Ir a juicio es un derecho, no un delito, pero los acusados son castigados con penas más severas por ejercer ese derecho”.
Suerte al doctor Salomón Melgen. Nuestra aspiración es que se haga justicia y que no sea enjaulado un ruiseñor.
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