Por Juan Tomás Valenzuela
Fue por Antonio y Pacheco,
y no por los del montón,
que el proyecto de Extinción
ya pasó sin recovecos.
Antonio, es que arma el muñeco
en la curúl del Senado,
pero se buscó de aliado
al ovejo que más mea,
en la corte farisea
del closter de diputados.
Aunque la idea fue de Antonio,
y fue quien la hizo posible,
el cabildeo imbatible
de ese líder macedonio,
intimidó a los demonios
de nuestra Cámara Baja,
dónde arriesgando la faja
en bien de la iniciativa,
los puso manos arriba,
y les cortó la baraja.
Tenemos ley de Extinción
y se acabará el relajo,
de todos estos guanajos
propensos a corrupción.
Felicito en la ocasión
por tán buena iniciativa,
a la membresía actíva
de la sede del Congreso,
menos al truhán ruyehueso,
que por poquito la enchiva.
La ventaja de esta ley
es qué, de ahora en adelante,
se le podrá echar el guante
a los de torre Caney,
y mandarlos a Rafey,
si no dan explicación,
que justifique razón
de bienes acumulados,
que no fueron heredados,
de un Jiménes o un León.
Juan de los Palotes
28 julio 2022