Por Juan Tomás Valenzuela
El forzoso aterrizaje
del principal helicóptero,
que iba lleno de chupópteros
en misión de caliesaje,
no fue por bajo amperaje
ni por condición climática,
fue porque las matemáticas
no le daban al ungido,
para que su recorrido
no concluya en forma errática.
Se ha culpado a un aguacero
del contravenido anclaje,
que hizo que el Ungido baje
en un paraje nagüero.
Pero esto es un bajadero
al verdadero motivo,
pues descansa en mis archivos
una versión diferente,
a la que dá el presidente
y el grupo de “jiedevivos”.
La versión más sopesada,
(aunque un poquito agridulce)
fue una habichuela con dulce
que le regaló Cavada.
En la primera hondanada
se sintió la turbulencia,
que originó la emergencia
del fullín presidencial,
obligándolo a bajar
por problemas de abstinencia.
Hay otra versión del hecho
que culpa a Ramón Pepín,
de no lavarse el fullín
después de hacer lo malhecho.
El hombre estaba desechó
desde la noche anterior,
no por problemas de amor
como pensaría cualquiera,
sino por la francachela
con su penco protector.
Pero la versión mejor,
es la que dá Ángel Martínez,
vendedor de calcetines,
a más de “investigador”.
Este dice que el olor
que obligó a abortar el viaje,
fue un peo envuelto en el traje
de José Ramón Peralta,
que comió jocico y palta
en una fonda en Nibaje.
Juan de los Palotes
9 marzo 2020