Por Juan Tomás Valenzuela
En lo más alto tú guindas
la palabra: RECTITUD
y te digo: con salud
prosigue así y no te rindas.
La amistad que tú nos brindas
no es quimera, sino un hecho.
Con un abrazo te estrecho
y lo mejor he de darte,
pues vine a felicitarte,
monumento del derecho.
Es en esta gran ciudad,
oasis de paz, tu hogar,
donde tu modo de obrar
trasmite serenidad.
Tú regaste la amistad
como se riega una planta
y ya que mi dicha es tanta,
como grande el universo
un canto en tu honor inmerso
tengo listo en mi garganta.
Te vi en más de una ocasión
solícita dar la mano,
como se brinda al hermano
sin mirar su condición.
Hoy en mi alma hay emoción
¡Raquel, tú no sabes cuánta!
y si el jilguero bien canta,
yo no me le quedo atrás,
y tengo como jamás
un cantar que se levanta.
Y este canto que divierte
también tiene otra función,
allí expreso mi oración
y oro por tu buena suerte.
¡Por Dios que no quiero verte
nunca postrada en el lecho!
bajo tu cálido techo
y ante la gente te digo:
Me precio de ser tu amigo
desde el fondo de mi pecho.
*