Por Homero Luis Lajara Solá
“La Nación está obligada a conservar y proteger por medio de leyes sabias y justas la libertad personal, civil e individual así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”.
-Juan Pablo Duarte-
En este mes de enero, génesis de un nuevo año, los dominicanos conmemoramos el nacimiento de Juan Pablo Duarte Diez, el más insigne de nuestros próceres nacionales, y creador de nuestra nacionalidad. Por esta razón, esta fecha tan especial se muestra propicia para compartir reflexiones con el propósito de aportar ideas positivas que permitan de alguna manera ayudar a cambiar este rumbo de colisión, que desde hace ya algún tiempo impacta en la sociedad dominicana con hechos de violencia e inseguridad ciudadana, agregando a estos graves asuntos los manejos políticos y administrativos ineficaces que inciden en la conducción de la nave del Estado.
Esto así porque según se percibe, algunos de los que detentan responsabilidades públicas, en vez de orientarse con la rosa náutica del cumplimiento de la Constitución y las leyes, suelen preferir buscar ser simpáticos y agradables, convirtiendo en habitual un proceder con el cual es seguro que nunca llegaremos a ser una nación próspera y desarrollada.
Esta nueva generación de funcionarios, en perjuicio del bien común, ante el temor de ser criticados o denostados por un Twitter o comentario malsano por radio o televisión, rehúyen afectar intereses, y quizás sin proponérselo están desvirtuando la función pública, haciéndola permisiva y complaciente, lo que nos hace recordar la frase de Martín Lutero, que dice:
“La humildad de los hipócritas es el más grande y el más altanero de los orgullos”.
Por esta y otras razones, las instituciones del Estado se manejan en su mayoría como feudos personales, en violación flagrante a la doctrina duartiana; dando lugar a que el dinero que pagan los contribuyentes para serles retribuido con equidad en bienes y servicios de calidad, sea utilizado en algunos casos, para financiar campañas políticas, proyectos personales o se prodigan alegremente.
Solo como una reflexión hago referencia a un informe público del Banco Mundial sobre la pobreza en República Dominicana, el cual señala lo siguiente: “En los últimos veinte años la República Dominicana ha sido una de las economías de más alto crecimiento en Latinoamérica, con un crecimiento promedio del PIB en torno al 5.4 por ciento anual entre 1992 y 2014. A pesar de este fenomenal desempeño económico, la pobreza hoy en día es más alta que en 2000. La pobreza aumentó del 32 por ciento de la población en 2000 a casi 50 por ciento en 2004, tras la crisis financiera y económica de 2003, para descender gradualmente al 41 por ciento en 2013. Data más reciente indica una reducción al 35.8 por ciento del PIB en 2014”.
En ese contexto, el Banco Central de la República Dominicana anunció que en el 2015 la economía registró un crecimiento de 7.0%, siendo el más alto entre los países de América Latina. Si así vamos y ese crecimiento va abarloado a la producción nacional, entonces no habría de qué preocuparse.
Pero según reportes del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES) entre el 2011 y 2014 la deuda pública se incrementó en 42.4%, información preocupante que me mueve a otra reflexión. Se recuerda que en el 1978, según datos atribuidos al reconocido intelectual José Israel Cuello, al producirse el cambio de gobierno, la deuda pública era de US$800 millones, con un cambio de pesos a dólares a la par, y hoy, según reportes actualizados, la deuda ha ascendido a más de US$24 mil millones, precisando además que el gobierno actual había tomado US$3,800 millones.
Basados en estos datos, salta a la vista que la situación financiera del gobierno es altamente preocupante, ya que de los ingresos por concepto de impuestos se debe destinar, y van en aumento, una alta proporción para el pago de la deuda externa. Una información reciente cuantifica en RD$348,761 millones el financiamiento que necesitó el gobierno para cubrir sus gastos en los años 2014 y 2015, y se estima que necesitará otros 230 mil millones de pesos para el año próximo. Sin dudas, y quiera Dios me equivoque, nos espera otra reforma fiscal con más impuestos, sin contar que ya el ITBIS viene este año con un aumento del 13 al 16 por ciento para ciertos artículos.
Nos queda la esperanza de que a través de la baja en los precios del petróleo, por el exceso de producción por parte de la OPEP, cuyo barril, al momento de escribir este ensayo, se encontraba a US$33.16, se reduzca la presión presupuestaria y el consiguiente déficit, que ya ha aportado un ahorro en el pasado año de RD$18 mil millones por reducción de transferencia de fondos a las empresas eléctricas, como consecuencia de la baja anunciada.
Tampoco debemos olvidar que un potencial uso indebido de los recursos públicos en este año electoral podría desbordar el gasto público y afectar considerablemente la estabilidad fiscal.
Los medios de comunicación se hacen eco día a día de casos recurrentes de ministerios, direcciones generales y alcaldías que parecen ser más que administradores, depredadores del erario, dejando millones de pesos perderse en la vorágine devoradora de la ineptitud e incapacidad administrativa, zozobrando en los mares revueltos y tormentosos de la ineficiencia, corrupción y amparados por la ausencia de fiscalización y la impunidad.
En base a todos estos datos, se puede decir que el panorama económico es alarmante, pero más alarmante aún es el clamor público reclamando seguridad en las inciertas calles de las poblaciones dominicanas, que junto al descomunal desorden en el tránsito vehicular, se han tornado más peligrosas de caminar que la navegación en el mar Mediterráneo en los tiempos de la piratería de los pueblos berbéricos.
Muchos se han olvidado que el patricio Duarte fue el propulsor del primer proyecto de Constitución para que naciéramos en un Estado de derecho y libertad, por eso entiendo que su ideario debe formar parte de una campaña sostenida, que no se debe circunscribir a su natalicio, sino a su conmemoración permanente, todo el año, sobre todo en las escuelas públicas y colegios privados.
Creo que de la misma manera que los griegos recuerdan a Pericles como el gobernante más brillante del siglo de oro de Grecia, de esa misma manera los dominicanos debemos recordar y honrar a Duarte como el fundador de la nacionalidad dominicana.
Sobre el caso de la inmigración haitiana a la República Dominicana, franqueada por su diplomacia ladina y veleidosa, esperamos que este año 2016 que recién inicia se fortalezcan en República Dominicana el principio de autoridad, el respeto a la soberanía nacional y al imperio de la ley, de manera que ningún extranjero venga a imponernos criterios exógenos y patrones de conductas diametralmente opuestos a nuestra cultura e identidad nacional, queriendo sustituir a Dios con estereotipos de por sí fracasados y que esta sociedad nunca va a asimilar. Las leyes migratorias son asuntos jurídicos de cada Estado soberano, y tienen carácter de seguridad nacional.
Abogamos en este nuevo año que la línea fronteriza, ubicada en las provincias donde comienza nuestra República sea símbolo de respeto mutuo entre dos naciones, donde se controle de forma drástica y eficiente el tráfico de personas, drogas, armas, carbón y mercancías diversas, aplicando la ley de manera imparcial.
Que la institucionalidad Duartiana, iluminada por Dios, conduzca a la nave del Estado por el camino del progreso y las luces de la civilización, y nuestra vida Republicana, sobre la plataforma de principios y valores innegociables, se vea colmada por la salud, justicia, educación y trabajo honrado para todos, y seamos guiados siempre por líderes capaces que amen su país, para proclamar a todo el firmamento sideral:
Somos Dominicanos!
Salud, paz y progreso en el 2016 para todos los dominicanos de buena voluntad.
El autor es miembro fundador del Círculo Delta
Fuerzadelta3@gmail.com