Por Fabio Herrera Miniño
El país se ha convertido en el terreno fértil de ver tantos seres humanos enganchados a las diversas siglas de las decenas de partidos políticos que existen para convertirlos en un medio de buscar fortunas y prestigio social, apoyándose en las espaldas de los ilusos contribuyentes para que ellos satisfagan sus ansias de enriquecimiento.
Los llamados partidos políticos se han convertido en una plataforma para individuos que solo buscan prebendas, permitiéndoles acrecentar sus fortunas o hacerlas en base del amiguismo, el compromiso de un proyecto espurio de enriquecimiento o posicionarse con aliados más poderosos en lugares en donde sus ansias de forjar fortunas se satisfaga rápidamente, como se ha visto en muchos casos tan escandalosos que la justicia burlada, narigoneada y corrupta repugna a los dominicanos que todavía quieren a su país y esperan lo mejor para labrar un futuro para sus descendientes.
Los partidos se forjaron, según la tradición caudillista dominicana, en torno a un supuesto líder que convencía a muchos para seguirlo en su aventura, y aun cuando le daban ribetes de credibilidad y se apegaban a alguna ideología de avanzada o conservadora, la misma se abandonaba en medio del camino para aflorar sus evidentes propósitos de alcanzar el poder para hacerse ricos.
Y los estrategas peledeístas han entendido muy bien esa preocupación de los políticos, no solo de los suyos sino los demás para no estar aislados del poder, y ellos, después de un disfrute continuo de casi doce años, han buscado atraerse a sus antiguos hermanos de origen, para también hacerlos participes de una nómina estatal inflada por encima de los 630 mil millones de pesos para que ellos disfruten del poder con unas migajas que le aseguraron ya una modificación de la Constitución y ahora le permiten al PLD casi asegurar un triunfo el 15 de mayo, frente a una oposición que todavía patalea tímidamente, mientras sus dirigentes han enfilado sus ambiciones hacia los cargos congresuales y municipales, donde se ven a muchas piezas de museo pretendiendo arrebatarles los puestos electivos a la generación de jóvenes que todavía no han podido sacar sus garras, ya que hasta ahora el ingenuo electorado no ha votado por ellos.
Evidentemente el país se encamina hacia un proceso electoral en que las caras nuevas y renovadoras no tienen arraigo en el electorado, por ser un pueblo clientelista donde se asegura un apoyo y garantizan vivir bajo una solo color político de un partido que se vendió como algo necesario para el país, pero ellos mismos se degradaron, cuando al probar en abundancia las mieles del poder, y ahora más generosas que nunca como se ven en los casos fallidos de condena a la corrupción y por la ostentación que hacen los más conspicuos funcionarios de sus bonanzas en los sitios públicos del país y hasta del extranjero. Se burlan de los demás cuando tratan de vender sus proyectos e ideas políticas de bien patrio que al ciudadano no le interesa, tan solo se ve como algo retórico para los medios y solo entorpece los planes de las figuras más avispadas de esas intenciones electorales para asegurarse estar cerca de que quien se ve como seguro ganador en las elecciones.
Hay un tesoro bien voluminoso para quien asegure su permanencia en el poder, o si logra triunfar, puesto que el país se ha ido desarrollando con una economía aparentemente sólida pero excluyente, con sectores que viven en la marginalidad solo sostenida por los numerosos programas de asistencia social del gobierno peledeísta, que ha ido alienando a la sociedad y en receptora de las más diversas bonificaciones que se distribuyen en un amplio segmento social de escasos ingresos y cantera de los políticos que buscan asentarse en el poder.
El futuro político es poco esperanzador para los dominicanos, que sin verdaderas agrupaciones políticas, seguirá con más de lo mismo, como sentenciaba hace años un reconocido sacerdote, ya que se busca por todos los medios asegurarse para dar favores o cumplir con los compromisos de quienes apoyaron el proyecto cuando casi nadie creía en él, y los que se arrimaron con la premonición del triunfo, disfrutan de sus favores como lo ha hecho al agenciarse el apoyo del PRD, que con doce años fuera del poder necesitan del oxígeno económico oficial para sobrevivir y no ser caldo de cultivo de inconformidades peligrosas.
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