Por Juan Tomás Valenzuela
Si el calvito pata e’mulo
se queda con el trapiche,
juro que me pongo afiches
hasta por el oju’el ….!
Yo mismo no me postulo,
porque no estoy pa’esa brega,
pero apoyo a mi colega,
el matatán de Gurabo,
aunque se nos pongan bravos
la cofradía palaciega.
Mis negocios fiduciarios
yo los trato con Danilo,
pero con quien yo vacilo
es con este dromedario.
Yo nunca fui funcionario
del gobierno de papá,
pero falto a la verdád
si niego mis relaciones
con algunos jorocones
de su confraternidad.
Aunque siempre me ha gustado
moverme en bajo perfíl,
cuando él, no tuve que huir
como potro desbocado.
Fue el otro desvergonzado
que traicionó mi confianza,
pues teníamos una alianza
de carácter aduanero,
yo le daba mi dinero
y él la buenaventuranza.
La vez que yo regresé
deportáo de Nueballol,
fue Danilo, ese impostor,
que me enfrentó con Leonel.
Me dijo que mire a ver
si encontraba un bajadero,
para que me dé el dinero
que le envié con su compai,
en un bulto Samsonite
con las solapas de cuero.
Yo sabía que era un problema
recuperar la inversión,
pero este ungido güevón
ya tenía una estratagema.
Le mandó un telefonema
a un embajador cundango,
me metieron en el fango,
él y ese hemafrodita,
montándole una vueltita
a este bailador de tango
El asunto, compañeros
es como lo explico aquí,
la vaina se quedó así
y nunca ví mi dinero.
Ese ungido bandolero
me engañó a mi y a Leonel,
se quedó con el poder
y yo aquí como un pendejo,
cambiando oro por espejo
pues no hay más nada que hacer.
Juan de los Palotes
30 enero 2019