Por Juan Tomás Valenzuela
Ni sentándolo en dos sillas,
van a hacer que este guanajo
se pueda ver menos bajo
que la Cándida Montilla.
Pero quien más se encuclilla
cuando ve estas pachotadas,
no es Zapete, ni es Cavada,
ni tampoco Abinader,
es el mismito Leonel,
ese bueno para nada.
Ahora se ha impuesto la moda
de buscar para este enano,
un taburete de guano
como el del maestro Yoda.
El día que estaba en la boda
de su hija, la menor,
vino y me pidió un favor,
un guardia presidencial,
pa’que le busquen un huacal
pa’encaramá a este impostor.
De acuerdo a los asesores
que manejan su perfíl,
este insufrible reptíl,
pa’ve a sus aduladadores,
debe hacerlo con honores
encima de una tarima,
porque así, desde la cima,
en un plano dominante,
se siente ser el gigante
que a todos nos ilumina.
Hipólito Chapatín
dijo, manoseando un lúpulo,
que si se trata de escrúpulos,
Danilo no tiene un chín,
que ese viejo malandrín,
con su cara de pendejo,
se le ha metido el complejo
de ser mejor que el león,
por eso es que anda un lambón
con dos sillas y aparejo.
Nuestro futuro político
depende de que un enano
se encarame a un altiplano
como en tiempos paleolíticos.
No me gustas verme crítico
ante estas cosa banales,
pero las vainas son tales
que pa’elegí un presidente
si el tamaño es influyente,
no somos más que animales.
Juan de los Palotes
15 enero 2019