Por Pedro Porrello Reynoso
Hace unas pocas semanas escribí un breve artículo denominado “La repatriación de haitianos ilegales, ¿verdad o mentira?”, donde expuse mis ideas sobre la imposibilidad práctica de repatriar a aquellos inmigrantes haitianos que no hayan regularizado su situación migratoria para la fecha del vencimiento del plazo establecido por la ley, en junio próximo; ello debido a la ausencia del muro fronterizo que considero indispensable para que esa repatriación logre su verdadero objetivo: “que el haitiano ilegal se quede del otro lado”.
La ausencia de criterio ingenieril de aquellos que están manejando este asunto, salta a la vista. Los ingenieros cuando tenemos un problema de terrenos de fácil desplazamiento horizontal, inmediatamente pensamos en un “muro de contención”. Cuando ese problema ocurre con un embalse de agua, entonces a ese muro de contención le llamamos “represa”.
La magnitud de la masa humana que supondría la repatriación de los haitianos ilegales y que intentarían, de inmediato, reingresar al territorio dominicano, no solamente obligarían a la construcción de un muro, sino que ese muro, ni sería cualquier muro, ni bastaría solamente con el muro para parar la ola; se necesitará mucho más.
Creí hasta hoy que, salvo los políticos que tienen el caso en sus manos, todo el mundo había entendido lo absurdo del empeño, pero un buen amigo me sorprende haciéndome una solicitud que casi es un ruego: ¡Por favor, no hables más del muro fronterizo, que me dañas el negocio!
A continuación, ante mi asombro, me confiesa que ha soñado con un negocio, práctico y generador de cuantiosos ingresos. Como él dice: ¡Un negocio redondo!
El negocio, me dice, ya tiene un nombre: Transporte Privado de Ilegales Con Humor Estatal (TRAPICHE), y contaría inicialmente con unos 100 autobuses modernos y con aire acondicionado, para 50 pasajeros cada uno, que mi amigo entiende que le sería fácil justificar ante el gobierno que le deberían ser donados por el Estado, debido a lo patriótico de su causa.
Con estos 100 autobuses se propone dar un viaje diario a la frontera, trasladando así a 5,000 haitianos ilegales por día. Suponiendo que serían repatriados una cantidad mínima de un millón y medio de haitianos, en números conservadores, entonces él tendría su negocio garantizado por largo tiempo. Naturalmente, el gobierno, que es quien repatria, pagaría el transporte de ida, a un precio razonable de 400 pesos por persona, o sea que a mi amigo le entrarían unos dos millones de pesos, RD$2,000,000.00, diarios, por ese concepto.
Ahora bien, como no tenemos muro fronterizo, mi amigo entiende que podemos estimar que más del 90% de los haitianos repatriados, volverían a reentrar al territorio dominicano en los días subsiguientes. Naturalmente, transportar haitianos ilegales dentro de nuestro país no es penado por la ley. Cruzarlos por la frontera como ilegales, sí lo es. De modo que, para evitar la violación de la ley, se instalarían varias paradas de “reabastecimiento “para las 100 unidades de transporte, a lo largo de la frontera y ubicadas “accidental e inocentemente” cercanas a los conocidos puntos de cruce de ilegales. De esta forma al regreso de los autobuses, estos también estarían repletos de ilegales que serían transportados de retorno al lugar, de este lado, de donde se lo habían llevado. Naturalmente, esta vez los pasajeros tendrían que pagar el razonable precio del retorno. Este reciclaje convierte en permanente el negocio de mi amigo y duplicaría a cuatro millones de pesos, RD$4,000,000.00, sus ingresos diarios.
Es lógico pensar que prontamente el negocio podría expandirse, pues no estamos calculando la cantidad de haitianos que están ingresando diariamente y por primera vez al territorio dominicano, ni tampoco el número de repeticiones de expatriación a que cada haitiano ilegal estaría expuesto. Esto obligaría a aumentar la flotilla de autobuses. También hay que pensar en aquellos haitianos deseosos de visitar a sus parientes del otro lado, que aprovecharían este transporte, pagado por el estado, para hacerlo y así ahorrarse el pago del viaje de ida.
Por otro lado, luego de que la comunidad internacional “se dé cuenta del cuento de las repatriaciones”, cambiaría su opinión sobre el asunto de los supuestos derechos humanos maltratados, pues comprendería que la intención del gobierno fue siempre reunificar a la familia haitiana “del otro lado” y otorgarle a cada ilegal una especie de vacaciones pagadas en su país, por los servicios prestados al nuestro. Tampoco debe dejarse a un lado el tremendo auge producido al turismo interno, pues podríamos contabilizar la salida del haitiano “por ilegal” y su reingreso “como turista”, y lograr así fácilmente la cifra de diez millones de turistas extranjeros por año, y hasta más.
Seguro del éxito que tendrá su TRAPICHE, mi amigo finalmente me confiesa que está intentando patentizarlo de inmediato, temeroso de que algún político se lo copie.
¡Dios Santo! ¡Qué cosas se sueña mi amigo!
El autor fue Secretario de Estado de Educación, durante el gobierno de don Silvestre Antonio Guzmán Fernández. Actualmente es directivo de la Asociación Dominicana de Granjas Porcinas (Adogranja)