Por Juan Tomás Valenzuela
Ese amor tradicional
que había entre Iglesia y Estado,
se nota resquebrajado
por la desidia grupal,
del coro presidencial
que le es fiel al mandatario,
que por 30 o más denarios
cambiaron a Jesucristo
por este ser, desprovisto
del pundonor necesario.
Mientras que un grupo de escorias
secundan a este bandido,
la Iglesia se ha decidido
cerrarle el paso a la gloria.
La preocupación de Ozoria
sobre el futuro inmediato,
ha generado un conato
de animadversión a Dios,
entre los que van en pos
de este protervo avivato.
La posición de la iglesia
en la Semana Mayor
hablan de este malhechor
y todas las peripecias
que hace de manera necia
para quedarse en el puesto,
del modo más deshonesto
que se pueda concebir,
aún tenga que prescindir
del principio más modesto.
Buscar jueces complacientes
para asegurar sus cortes
se constituye un deporte
de alguien que no es muy decente.
Pretender ser influyente
atento a comprar consciencia,
demuestra la decadencia
de un sistema corrompido,
por este maldito ungido
y su impronta de insolencia.
Danilo, en este camino
tan horrendo y tán atroz,
no solo niega de Dios,
también de su hijo divino.
Solo se lleva a un cretino
de “convicciones” cristianas,
que ha vendido hasta a su hermana
por las míseras monedas,
que le dán pa’que transgreda
la iniquidad más profana.
Ahora, el nuevo enemigo
a quien se enfrenta el gobierno,
es a quien mandó al infierno
al que nació sin ombligo.
El que sirve de testigo
entre la tierra y el cielo.
Aquel que busca consuelo
en Jesús el nazareno
y no en este vil egeno
que solo cree en el flagelo.
Juan de los Palotes
20 abril 2019