Por Juan Tomás Valenzuela
El 11 pasó la audiencia
del tema “difamación”,
sin que haya conciliación
entre el Estado y la prensa.
Marino, que hizo presencia
muy temprano en Ciudad Nueva,
no vió salir de su cueva,
ni a Hoepelman ni a Julio Cury,
esta suerte de Bumbúry
que pulula entre la gleba.
Ni Maybeth, ni estos carajos
fueron a la fiscalía,
a ver qué tal les salía
este estupido trabajo,
de cortar por un atajo
la citación a Marino.
Creyéndose estos cretinos
que si él no acudía a la cita,
se le caerían las tablitas
como a Leonel y a Diandino.
Pero gracias a un espía
que accionó rápidamente,
Marino vió el expediente
y se fue a la fiscalía.
Julio Cury no sabía,
creo que Hoepelman tampoco,
de que este maldito loco
al que llamamos Zapete,
acudiría como un fuete
a armarles un zaperoco.
El que nunca apareció
(ni en centros espiritista)
fue Hoepelman y la hermanita
del ruín que lo demandó.
Marino se pronunció
al frente de tribunal,
diciendo que estamos mal
si a quien le ofrecen prisión,
es al que muestra al ladrón
en vez de al que va a robar.
Aqueste error infantíl
de someter a Marino
le costará a estos cretinos
todo el repudio civil.
Esa insolencia febríl
que adorna al procurador,
un ser carente de honor
y de valores morales,
solo va a generar males,
a ellos tres y a su mentor.
Juan de los Palotes
12 diciembre 2019