Por Juan Tomás Valenzuela
¡Benefactor de la patria!
Así Gonzalo Castillo,
sintetizó un estribillo
hacia el ser que él idólatra.
Aquí hace falta un psiquiatra,
o un preboste con un fuete.
Porque si este carajete
titula benefactor
al principal corruptor…
hay que cambiarle el cassette.
Lo de la filantropía
fue el colmo del lambonismo,
pues se pasan de cinísmo
él y su hermana Lucía,
quien llena de algarabía
puso a unos niños en fila,
pa’repartirle mochilas
por las que no pagó un peso,
pretendiendo que con eso
les crean sus babosearías.
Muy lejos de ser filántropos
estos dos pelafustanes,
viendo muy bien sus desmanes
tal vez lleguen a licántropos.
Rodeados de lambicampos,
este par de chupasangres,
han llevado al desguañangue
la economía del Estado,
cogiendo cuartos prestados
hasta con rifas de aguante.
Me parece que Gonzalo,
o se pasa de lambón,
o tuvo una confusión
hablando del pejepalo.
Cuando usted hace un regalo
comprado con cuarto ajeno,
usted hace un acto obsceno,
porque dar lo que no es suyo,
aunque lo haga por embullo
lo conduce al desenfreno.
Si se impone el estribillo
de llamar “Benefactor”
a un truhán, a un malhechor
con ínfulas de caudillo,
estamos dando a Trujillo
desde esta nueva gerencia,
una especie de vigencia,
y esto es un muy grave error,
pues cualquiera, sin rubor,
podría caer en demencia.
Juan de los Palotes
7 septiembre 2018