Por Juan Tomás Valenzuela
Un lenguaje no refleja
necesariamente al mundo,
y hasta resulta iracundo
desmembrar esta madeja.
Darle al viejo o a la vieja
el nombre de “envejecientes”,
no los hará diferentes
por mucho que alguien disienta,
más, decir envejecienta,
no es de alguien inteligente.
Todos dicen “la gramática”,
pero al referirse al “género”,
nadie acusa de subgénero
a quien sustenta la platica.
Aquí vuelve a ser errática
la intención del planteamiento,
porque tan solo un jumento
que se exprese en modo errático,
puede decir “el gramático”,
buscando desdoblamiento.
Desdoblar el masculino
en términos asexuales,
son faltas gramaticales
y cargadas de cinismo.
Hombre o mujer es lo mismo
a cosas inanimadas.
Pongo de ejemplo a Cavada
ese truhán desvergonzado;
si le llamaran Cavado,
no se oiría como: Cagada.
El pronombre “General”,
que por demás es genérico,
es en el lenguaje homerico
un nombre de uso neutral.
Pero si a una Mariscal
la llamamos “mariscala”,
la palabra nos iguala
al candidato morado,
que ni fue alfabetizado,
ni ha podido aprender nada.
Ese lenguaje inclusivo,
altisonante y sexista,
lo veo tán amarillista,
innecesario y lesivo,
que me suena despectivo,
ya que en vez de respetar,
lo que logra es segregar
al ente como individuo,
degenerando a residuos
el español de Mistral.
Juan de los Palotes
2 febrero 2020