Por Gustavo Ramírez Merán
Algunos creen y nos quieren convencer, desde hace mucho tiempo, que somos una sociedad compuesta por eunucos que toman cerveza, juegan loterías 4 veces al día, comen una vez y son capaces de asaltar y matar para bailar los fines de semana.
En ese criterio se enmarca la decisión imperial, monacal, de imponer como candidato presidencial en el partido del gobierno saliente, a un individuo carente de la más mínima condición moral e intelectual, con el fin ulterior de tal vez hacerle presidente y manejarle a control remoto o con hilos de acero, forjados estos con el más fuerte de los elementos que puedan unir a los hombres: La complicidad.
Ya en la cancha, la realidad supera a los caprichos. Y el afán delirante de convertir a un tarado en líder y que este genere alguna emoción más allá de la compasión que alguna madre anciana pueda tener en la epidermis, no ha sido ni será posible, pues su accionar y la oscuridad de su vida solo generan repulsión.
No hay manera de que el derroche de recursos ( en la mejor versión caribeña de Robin Hood), pueda despertar en ese pueblo al que ellos consideran inepto y sinvergüenza, ningún delirio, ninguna atracción.
Convencidos de que cualquiera puede pintar una paloma y hasta dibujarle un pico orondo, jamás podrá hacer que esa creación se alimente no con maíz ni con cieno, colocan en el medio de la crisis sanitaria por la cual atraviesa el mundo y nuestro país en particular, a este señor que «más bien parece un huérfano deambulando en las madrugadas, reclamando atención y compasión. La gente no le toma pena a quien se ve desesperado por sacarle la cartera o por atracarle».
Sustituir el Estado (con la anuencia del dueño del payaso), ha sido una estrategia errada y cuyos resultados serán cosechados por esa cáfila comercial que se instauró hace casi 8 años en el poder, el día que la gente salga a votar y lo haga con la furia con la que actúan los resentidos y las víctimas.
Se van…!!!
El autor es: Abogado y político