Por Juan Tomás Valenzuela
Queriendo sacar provecho
a las muertes ciudadanas,
el ladrón de Villa Juana
hoy defiende sus derechos.
Este truhán, que anda al asecho
del más mínimo desliz,
pretende culpar a Luis
de cualquier tejemaneje,
creyendo que el maco es peje,
y Margó no es meretriz.
Este carbón, hijueputa
que casi regala el oro,
hablando sica de loro
de la forma más astuta,
se ha olvidado que la ruta
de los delitos castrenses,
la marcó el liliputiense
que él puso en la policía,
y cuando llegó, creía
que era médico forense.
El Dr. Guzmán Fermín,
quien dice ser cirujano,
masacró al dominicano
como si fuera un festín.
Él, el jefe de de Crispín,
y el águila de los cuernos,
creían que era un trono eterno
lo que le habían conseguido,
hasta que llegó el ungido
y los mando pál averno.
Quien puso a Guzmán Fermín
a maltratar a la gente,
fue este cuejnú, delincuente,
traquetero y malandrín.
Y ahora viene, chin a chin,
queriendo meter el cuento,
de que si agarra el asiento
en el dos mil veinticuatro,
aquí no habrá más teatro
ni desenlaces violento.
El que mató mil quinientos
y el que los dejo matar,
hoy se atreven a opinar
de nuevos hechos violentos.
Recapitulan el cuento
de que defienden la vida,
pero ni Peguero Hermida,
en tiempos de Balaguer,
mató más que este
que habla de causa perdida.
Juan de los Palotes
5 Mayo 2022