Por Juan Tomás Valenzuela
De acuerdo a nuevas reformas,
se evidencia en un spot,
que amarse con un robot
podría convertirse en norma.
Este adelanto lo informa
un mandatario preclaro,
que aunque nos sale muy caro
su gestión presidencial,
no le podemos negar
que es más genial que Margaro.
Un tunante que hasta piensa
con errores ortográficos,
hace un arqueo criptográfico
del futuro de la ciencia.
Diciendo que la influencia
que trae la Tecnología,
promete tal bonhomía
en el futuro inmediato,
que “mudar” a un aparato
será una bacanería.
Confieso a mis intertulios
que al escuchar a este ungido,
casi me quedo morido,
mientras duró el interludio.
Aunque no sentí repudio
ante tal información,
llegó a mi mente Rondón,
el hombre del maletín,
el enllave de Crispín
y el “novio” de Calderón.
Aunque entiendo, no hay control
a sentimientos banales,
al menos, hay ideales
sobre a que se entrega amor.
Yo suspiro ante una flor,
ante una dama exquisita,
piernas torneadas, colita
y pechos despampanantes,
sin embargo, otros bergantes,
solo ante una “boronita”.
Para mi el vocablo amor
tiene forma de mujer,
otros creen que es de Embraer,
o un desfalco superior.
Tal vez para aquel actor
que abochornó a Olgo Fernández,
su expresión de amor demande
necesidad de expansión,
estupro a la corrupción
y el fin de Leonel Fernández.
Juan de los Palotes
8 febrero 2019