Por María Celsa Rodríguez
La praxis política en materia de corrupción deja sentado que está siempre latente siendo el cliché peronista «roban pero hacen» como una forma de complacencia a ese etiquetado. Dentro de esta pericia ejecutiva, la corrupción es una herramientas que todos los poderes llevan bajo el brazo cuando ciertos funcionarios buscan en su gestión meter la mano en los dineros públicos.
Los ánimos que se expresan en este barro donde quedan todos salpicados, aviva la grita y nada de lo que dejó como secuela el kirchnerismo en esta materia parece eclipsarlo, cada vez que suenan casos dentro del gobierno, más allá de los maquillajes de ser mejores a los que los precedieron. Si miramos en perspectiva siempre encontraremos estructuras viciadas donde la marginada corrupción encuentra elementos enquistados en el Estado.
Justamente el Presidente del Partido Justicialista Nacional, José Luis Gioja, dijo que su partido fue «estigmatizado con este tema», considerando «que se ha hecho campaña en su contra». Esto pasó en el Ciclo «Hablemos de Corrupción», que se debatió en la Sede del Partido.
Una de las afirmaciones de raíz «históricas» es que se dijo que no se pudo comprobar las denuncias contra el fundador del movimiento, Juan Domingo Perón. Sin embargo no podemos olvidar lo que nos cuenta José García Hamilton, en su libro «Juan Domingo»: «faltaba carne en el país de las vacas y surgieron rumores de que altos funcionarios que regenteaban mataderos clandestinos impulsaban maniobres especulativas y el propio Perón, en un mensaje publico manifestó estar rodeado de traidores y alcahuetes y prometió que se investigaría a los sospechosos aunque se trate de sus propios padres». Este hecho indica claramente que el Gobierno de Perón -y que el peronismo-, desde sus raíces sembró la corrupción.
Es más, dice García Hamilton: «Eva no poseía ningún bien al momento de la asunción de su marido a la Primera Presidencia, pero al morir tenía dos edificios en la zona más cara de BsAs, (Callao 1944 y Gelly Obes 2287, además de la cadena de Diarios ALEA». Y a lo que dice Nicolás Márquez, en su libro: “Perón, el fetiche de las masas. Biografía de un dictador”: «que nunca había tenido un centavo), dato que confirmaba la ilegalidad y el desmanejo de los polémicos fondos de su Fundación (para la cual supuestamente su mentora trabajaba ad honorem)».
Cuando murió Perón, dejo una fortuna de aproximadamente 8 millones y medio de dólares, varios inmuebles, motos, autos y lanchas, joyas, obras de arte, armas y demás, y al morir Eva, su familia reclamó la fortuna de 4 millones de dólares que dejó, según los historiadores.
En el Debate en el PJ, Francisco Cafiero, dijo que «la corrupción no distingue filas de afiliación», lo cual es cierto, de ambos lados de la grieta la corrupción asoma la cabeza. De todos modos, fue la más poderosa fuerza durante el mandato Kirchnerista. En ese contexto Pamela Castro, dijo » Este Gobierno es corrupto de intereses, eso es corrupción lisa y llanamente. Tenemos que pensar todo lo que está perdiendo este país con esta lógica de las multinacionales… (sic), mientras el trabajador hace todo el esfuerzo para que el Estado funcione…».
Irónicamente siempre el peronismo se ha servido del clientelismo como una forma descarada de corrupción en el ejercicio de su política, allí los recursos del Estado fueron la moneda para que el oficialismo de turno pueda ganar elecciones.
Las mermeladas de beneficios sociales fueron la atracción para construir ese populismo manipulador que arrastra a las masas y de eso el PJ sabe demasiado.