Por Washington Cabello
«Una sociedad más humana es posible cuando hay amor por el hombre»
ASUNCIÓN, Paraguay.- El Papa jesuita se reúne con la sociedad civil paraguaya en el palacio de los deportes León Condou y cita la experiencia de las Reducciones que la Compañía de Jesús instituyó en estas tierras para evangelizar a los indígenas, respetando sus tradiciones y su cultura. «Paraguay es conocido en el mundo por haber sido la tierra donde comenzaron las Reducciones, una de las experiencias de evangelización y organización social más interesantes de la historia. En ellas, el Evangelio fue alma y vida de comunidades donde no había hambre, ni desocupación, ni analfabetismo, ni opresión». «Esta experiencia histórica -añade el Papa- nos enseña que una sociedad más humana también hoy es posible. Cuando hay amor al hombre, y voluntad de servirlo, es posible crear las condiciones para que todos tengan acceso a los bienes necesarios, sin que nadie sea descartado».
Las Reducciones de los jesuitas eran pequeños núcleos ciudadanos en los que se estructuraban las misiones en Paraguay, Ecuador y en Chile. Tenían la finalidad de evangelizar a las poblaciones indígenas, enseñando principalmente arte y música, tratando de crear una sociedad cristiana.
«Un pueblo que no mantiene viva sus preocupaciones, un pueblo que vive en la inercia de la aceptación pasiva, es un pueblo muerto. Por el contrario, veo en ustedes la savia de una vida que corre y que quiere germinar. Eso siempre Dios lo bendice. Dios siempre esta a favor de todo lo que ayude a levantar, mejorar, la vida de sus hijos»., resaltó el pontífice.
Ante la pregunta de un joven (que denunció la enorme inequidad social, la debilidad de las instituciones, la corrupción y la impunidad), el Papa respondió de esta manera: «Qué importante es que ustedes jóvenes vayan intuyendo que la verdadera felicidad pasa por la lucha de un mundo más fraterno. Qué bueno que ustedes jóvenes, vean que felicidad y placer no son sinónimos. Sino que la felicidad exige, el compromiso y la entrega. Son muy valiosos para andar por la vida como anestesiados. Paraguay tiene abundante población joven y es una gran riqueza. Por eso, pienso que lo primero que se ha de hacer es evitar que esa fuerza se apague esa luz en sus corazones y contrarrestar la creciente mentalidad que considera inútil y absurdo aspirar a cosas que valgan la pena. A jugársela por algo, a jugársela por alguien. No tengan miedo de dejar todo en la cancha. No tengan miedo de entregar lo mejor de sí».
Bergoglio después invitó a los jóvenes a escuchar a los ancianos y a los abuelos, porque sus memorias de vida pueden enseñas mucho: «Busquen charlar, aprovechen a escuchar la vida, las historias, los cuentos de sus mayores, de sus abuelos. Pierdan mucho tiempo en escuchar todo lo bueno que tienen para enseñarles».
Con respecto a las dificultades que hay que superar, Francisco propuso el diálogo «como medio para forjar un proyecto de nación que incluya a todos». «Yo pienso en el diálogo interreligioso, nos reunimos para hablar y los puntos de vista, pero cada uno habla desde su identidad (yo soy católico, protestante, budista, musulmán…), cada uno dice, pero su identidad, no negocia su identidad. O sea para que haya diálogo es necesaria esa base fundamental. Y ¿cuál es la identidad en un país? (estamos hablando del diálogo social acá ): es el amor a la patria. La patria primero, después me negocio. La patria primero. Esa es la identidad. Entonces desde esta identidad, voy a dialogar. Si yo voy a dialogar sin esa identidad, el diálogo no sirve. El diálogo presupone, nos exige la cultura del encuentro. Un encuentro que sabe reconocer que la diversidad no solo es buena: es necesaria. La uniformidad nos anula, nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad. Por lo que el punto de partida no puede ser voy a dialogar y ese está equivocado. Yo voy con lo mío y voy a escuchar al otro y en qué me enriquece el otro y en qué cosas le puedo dar al otro. Es un ida y vuelta, pero con el corazón abierto».
Pero hay que tener cuidado, indicó, porque «también está el diálogo teatro, es decir: representemos el diálogo, juguemos al diálogo y luego hablamos entre nosotros dos y aquello quedó borrado. El diálogo es sobre la mesa, claro, si no decís lo que realmente pensás y no te comprometés el diálogo no sirve, es una pinturita». Dialogar, insistió Papa Francisco, «no es negociar, negociar es procurar ‘su propia tajada’. Si vas con esa intención no pierdas tiempo».
«Que no se convierta en un nominalismo. Pura palabra. La fraternidad, la justicia la paz y la dignidad son concretas, si no no sirven, se hacen todos los días. Entonces yo te pregunto, a vos joven, ¿cómo esos ideales los amasás día a día en lo concreto, aunque te equivoques te corregís y volvés a andar? Pero lo concreto… yo les confieso que a veces a mí me da un poquito de alergia, o para no decirlo en término tan fino, un poco de moquillo, el escuchar discursos grandilocuentes con todas estas palabras. Y cuando uno conoce a la persona que habla uno dice: ‘Pero qué mentiroso que sos’. Por eso: palabras solas no sirven. Si vos decís una palabra, con esa palabra, amasá día a día, sacrificate por eso, comprométete».
Esta, continuó el Papa Francisco, «es la base del encuentro: todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre celestial, y cada uno con su cultura, su lengua, sus tradiciones, tiene mucho que aportar a la comunidad. Las verdaderas culturas no están cerradas en sí mismas, sino que están llamadas a encontrarse con otras culturas y crear nuevas realidades. Sin este presupuesto esencial, sin esta base de hermandad será muy difícil arribar al diálogo. Si alguien considera que hay personas, culturas, situaciones de segunda, de tercera o de cuarta… algo seguro saldrá mal porque simplemente carece de lo mínimo, del reconocimiento de la dignidad del otro».
Para que haya una verdadera cultura en un pueblo, una cultura política y del bien común, Francisco recomendó una sola cosa: «jucio rápido y juicios claros, juicios nítidos. Y no sirve otro tipo de estratagema. La justicia nítida, clara. Eso nos va a ayudar a todos. No sé si existe acá. Después, está otra cosa que también por honestidad debo decir… es un método que no da libertad a las personas para asumir responsablemente su tarea de construcción de la sociedad, y es el chantaje: el chantaje siempre es corrupción. La corrupción es la polilla es la gangrena de un pueblo. Por ejemplo, un político puede cumplir su rol, su trabajo, pero si está chantajeado por actitudes de corrupción, eso que se da en todos los pueblos del mundo, si un pueblo quiere mantener su dignidad debe desterrarlo, estoy hablando de algo universal».
Francisco después invitó a todos a acoger el «el clamor de los pobres para construir una sociedad más inclusiva». «Todos necesitamos de todos», exclamó, para después subrayar que «un aspecto fundamental para promover a los pobres está en el modo en que los vemos. No sirve una mirada ideológica, que termina utilizándolos al servicio de otros intereses políticos o personales. Las ideologías, terminan mal, no sirven, tienen una relación o incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo. Fíjense en el siglo pasado, en qué terminaron las ideologías: en dictaduras, siempre. Piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo. O como decía aquel agudo crítico de la ideología cuando le dijeron esta gente tiene buena voluntad sí sí sí todo por el pueblo pero nada con el pueblo: estas son las ideologías».
Palabras significativas que demuestran cuán distante se encuentra la perspectiva evangelizadora del Papa de ciertas instrumentalizaciones ideológicas. Para buscar verdaderamente el bien de los pobres, «lo primero es tener una verdadera preocupación por su persona, valorarlos en su bondad propia. Pero, una valoración real exige estar dispuestos a aprender de ellos. Los pobres tienen mucho que enseñarnos en humanidad, en bondad, en sacrificio. Los cristianos tenemos además un motivo mayor para amar y servir a los pobres: en ellos vemos el rostro y la carne de Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza».
Para un país, continuó Bergoglio, son necesarios «el crecimiento económico y la creación de riqueza, y que esta llegue a todos los ciudadanos sin que nadie quede excluido. La creación de esta riqueza debe estar siempre en función del bien común, y no de unos pocos».
«Les pido -exhortó el Pontífice latinoamericano- que no cedan a un modelo económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la empresa, en la política lo primero es la persona y el hábitat en donde vive», por ello, insistió, «las personas cuya vocación es ayudar al desarrollo económico tienen la tarea de velar para que éste siempre tenga rostro humano».
«Hay una cultura ilustrada -respondió el Papa a una de las preguntas de los presentes-, que es cultura y es buena y hay que respetarla, hoy por ejemplo en una parte del ballet se tocó música de una cultura ilustrada, es bueno. Pero hay otra cultura que tiene el mismo valor que es la cultura de los pueblos, de los pueblos originarios de las diversas etnias, una cultura que me atrevería a llamarla en el buen sentido una cultura popular, los pueblos tienen su cultura y hacen su cultura. es importante ese trabajo en el sentido más amplio de la palabra, no solamente haber estudiado o gozar de un concierto o leer un libro interesante, es cultura mil cosas. Y hay dos cosas que antes de terminar quisiera referir. En esto, como hay políticos aquí presentes, lo digo fraternalmente. Alguien me dijo ‘Mire fulano está secuestrado por el ejército, haga algo’. Yo no digo si es verdad o no es verdad, si es justo o no. Pero uno de los métodos que tenían las ideologías dictatoriales del siglo pasado era apartar a la gente. O con el exilio o con la prisión o, en el caso de los campos de exterminio, nazis o estalinistas, los apartaban con la muerte». Muy probablemente sea una referencia a Edelio Murinigo, un policía capturado no por el ejército, sino por una organización rebelde llamada Ejército del pueblo paraguayo.
Antes de rezar con los presentes, el Papa Bergoglio dio un consejo: «lo peor que les puede pasar a ustedes es pensar, cuando salgan de acá, qué bien lo que le dijo el Papa a fulano a sultano a aquel otro… y no entender que eran cosas para vos».
Cortesía: Andrea Tornielli, (Vatican Insider / La Stampa)