Por Sin Reservas
Cubriendo la fuente de transporte para Última Hora, en los años finales de la década del 80 cuyos titulares mostraban la profunda crisis de ese servicio que tan sólo en ausentismo laboral representaba pérdidas por 110 millones de dólares conocí a Tony Pina, pues casi a diario me visitaba en búsqueda de novedades.
De inmediato nos unió el olor de la caña, el rujir del cañaveral al ser embestido por el viento y la vida azarosa y triste de quien dejan girones de sus vidas en los bateyes azucareros. Y, naturalmente su ascendrado amor por Boyá y Sabana Grande, cuya historia le apasionaba.
Vi nacer y crecer a los mellizos como me deleitaba con sus crónicas rojas las que producía con una maestría inigualable en el diarismo dominicano.
Sentí su solidaridad en múltiples ocasiones así como reciproque en algunas. Y dejamos un sinnúmero de proyectos editoriales y comunicacionales en carpeta o simplemente esbozado en torno a un trato cualquiera en una noche de apagones en Lucerna.
Hoy tu muerte ha entordado mi día y aunque la parca a fuerza de hacerse presente pretende convertirse en compañera rutinaria, me lleno de asombro y dolor pues desconocía que estuviera golpeado por el Covid que de seguro encontró campo propicio en la diabetes, el empedernido fumador y amante del trago que era y alguna otras dolencias.
Hoy tu tierra de Boyá, te recibe y yo agazapado en la distancia extraño tu saludo aunque me reconforta el saber que algún día volveremos a estar juntos.